La Escuela por venir: Algunos apuntes sobre un futuro tan incierto como emocionante

La  pandemia por coronavirus ha supuesto una brecha en un modelo organizativo y en una cultura escolar que ha mostrado sus limitaciones para dar respuesta a las necesidades del S. XXI. Y ante un escenario de riesgos para la salud, las tecnologías nos han ofrecido espacios para un aprendizaje libre de coronavirus, una oportunidad para repensar qué escuela queremos y podemos construir.

Dice Echeverría (2012; p. 44):

“La escuela del futuro no estará basada en edificios con puertas, muros, habitaciones y ventanas a los que haya que acudir físicamente para aprender y socializarse. En la sociedad-red habrá escuelas-red, es decir, infraestructuras telemáticas y espacios electrónicos (digitales, virtuales) en donde se desarrollarán los procesos de aprendizaje y socialización que hoy en día tienen lugar en las instituciones educativas (…) Los recintos donde se desarrollen actividades escolares y laborales presenciales seguirán existiendo; sin embargo, la organización de los sistemas escolares y laborales se estructura principalmente en función del desarrollo de los procesos de aprendizaje, socialización y producción en el espacio electrónico, mundo digital o tercer entorno.”

Como tantos otros textos previos a la llegada de la pandemia, este de Echeverría muestra un horizonte que no parece ya tan lejano, y donde la hibridación entre espacios digitales y espacios analógicos será una de las claves de la escuela del futuro.

Los sucesivos confinamientos nos han permitido vislumbrar el futuro, una visión parcial e incompleta según la perspectiva de cada persona, atendiendo a la forma en la que ha vivido esta etapa. No todos los centros educativos han dado la misma respuesta a su alumnado y a las familias. No todas las empresas han brindado las mismas oportunidades a sus empleados y empleadas. No todos los sectores estaban en el mismo nivel de transformación digital.

Sin embargo, con una visión más global, construyendo un puzzle a través de diferentes relatos, hemos podido anticipar un futuro en el que la tecnología es más una oportunidad que un riesgo. Un futuro en el que los tiempos de enseñanza y aprendizaje se diluyen y se desacoplan del modelo industrial de la escuela que conocíamos.

Un futuro en el que la apropiación de la tecnología por parte de todos los miembros de la comunidad educativa supondrá la diferencia entre una educación basada en la enseñanza y una educación basada en el aprendizaje. Un futuro en el que la atención a la diversidad será posible gracias a la personalización que permiten las tecnologías. Un futuro en el que las familias no serán agentes intrusos en los centros, sino parte fundamental del proceso educativo.

La pandemia nos ha enseñado que las soluciones individualistas, las respuestas parciales, las medidas a destiempo a veces son peor opción que no hacer nada. Nuestro sistema educativo debe ofrecer respuestas sólidas y fundamentadas, y por tanto evitar actuaciones improvisadas. Y estas respuestas deben partir de la propia comunidad educativa, después de un análisis de la situación, de los recursos y de las opciones disponibles, y fruto de la negociación y del acuerdo.

Y las administraciones educativas (Consejerías, Ministerio) y sus servicios de apoyo (Centros de Profesorado, Servicio de Inspección,…) deben estar dispuestas a prestar los recursos que sean posibles y pertinentes. Deben facilitar y no entorpecer las decisiones de los centros. Y si esto supone realizar modificaciones en la normativa vigente, ya deberían de estar en marcha para realizarlas.

Aún así, ninguna infraestructura digital será suficiente si no garantizamos el bienestar de todos los miembros de la comunidad educativa, empezando por el profesorado, que tantas horas y tantos recursos propios ha puesto durante el confinamiento para seguir desarrollando su actividad docente.

La COVID-19 ha servido para mostrar cuántas grietas tenía nuestro sistema educativo, en especial en lo que a Capacidad Digital se refiere. No perdamos la oportunidad de repensar la escuela que queremos, porque al fin es pensar sobre el mundo y el futuro que esperamos.

BIBLIOGRAFÍA

Echeverría, J. (2012). La escuela continua y el trabajo en el espacio tiempo electrónico. B. Jarauta y F. Imbernon (Coords.). Pensando en el futuro de la educación: Una nueva escuela para el siglo XXII, 37-49.

Imagen de cabecera | Markus Spiske en Unsplash

Este artículo fue publicado originalmente como parte de los contenidos generados por Conecta13 para el MOOC «Transformació Digital» del CEP IBSTEAM. Hay disponible una versión en catalán de este artículo.

1 Comentario respuesta

  • Juan Manuel Moreno Ortiz20 junio, 2022 at 5:39 pm

    Excelente, este es el camino
    , los maestros necesitamos reformular nuestras prácticas y modelos de pensamiento.